San Pedro le abre los cielos a citadinos
Un cerro en una comuna de la provincia de Santa Elena (Ecuador) es pista de despegue y aterrizaje frente al mar.
San Pedro conduce literalmente a las alturas. Y no hablamos del santo católico, el pescador bíblico, quien porta simbólicamente las llaves del Reino de los Cielos, sino de la pequeña comuna de pescadores de la provincia de Santa Elena (Ecuador).
Hasta una colina del barrio 23 de Abril de la Ruta del Spondylus llegan decenas de turistas para dar un salto de fe. Son sobre todo visitantes guayaquileños que escapan de la ciudad y se aventuran a su primer vuelo en parapente.
Los coloridos paracaídas inflados por el viento surcan el cielo nítido frente al Pacífico. Un cerro de unos cien metros de altura frente al mar se ha convertido en un oasis para la práctica del parapentismo.
Ocho pilotos acreditados sujetan a los turistas a los paracaídas y los elevan entre sus piernas. La comuna está ubicada a 158 kilómetros de Guayaquil (Guayas), a dos horas y cuarto en auto, en la parroquia Manglaralto, cantón Santa Elena.
Juan Francisco Carchi (centro), en silla de ruedas, disfrutó de volar sobre el perfil costero. Él fue el último en subir al parapente luego de los vuelos de su númeroso grupo de amigos y familiares.
Fotos: Enrique Pesantes / El Comercio
‘En el cielo me igualo al resto’
Un jueves reciente tiene lugar un vuelo especial en lo alto del barrio 23 de abril. Hasta el club deportivo especializado Halcones de San Pedro llega en una silla de ruedas Juan Francisco Carchi, un guayaquileño con discapacidad física. Y está determinado a volar.
Es el último en embarcar en el parapente luego de una tarde en que su numerosa familia (unas 20 personas) han volado uno a uno con los pilotos, incluso niños y personas de la tercera edad.
“Te entregas por completo al viento, a la naturaleza, te relajas ante la inmensidad del mar. Celebro que existan vuelos inclusivos”. Juan F. Carchi Turista con discapacidad física.
Carchi recibe ayuda para pasar de la silla de ruedas a la de vuelo de pasajero. Luego de que lo sujetan al arnés, él y el parapentista son empujados al borde del abismo y se elevan con facilidad. “Tenía temor al aterrizaje porque no puedo mover las piernas. Me rompí el cuello en una caída hace años y no pude volver a caminar”, cuenta.
Una vez en el aire sus miedos se disiparon. Y tras un aterrizaje sin contratiempos recomienda la experiencia de turismo inclusivo, que describe como “bellísima”. “Los comuneros te llenan de confianza”, agregó. “Me siento igual que los demás en el agua y ahora también en el aire, en las mismas condiciones que el resto”.
Ocho pilotos, guías nacionales especializados en parapente, dirigen los vuelos en la comuna de San Pedro. La pista de despegue y aterrizaje se ubica frente al mar en lo más alto del cerro del barrio 23 de Abril. Fotos: Enrique Pesantes / El Comercio
Una década volando en el mar
Clive Salinas es uno de los ocho pilotos acreditados del centro de turismo comunitario San Pedro. Los vuelos inclusivos son los que más le llenan de satisfacción, dice.
Un vuelo otorga paz, tranquilidad y libertad, según el piloto. “Te relaja y te ayuda a recuperar energía si lo tomas como una práctica terapéutica”, explica Salinas. El Ministerio de Turismo lejos de catalogar el parapentismo como un deporte extremo lo ubica como deporte de aventura, agrega.
En la comuna, de unos 5 mil habitantes, la principal actividad productiva es la pesca. El turismo comunitario ha ido ganando terreno.
La pista de vuelo con condiciones favorables para planear la descubrieron pilotos internacionales. Y los comuneros, intrigados sobre cómo era eso de “deslizarse por el aire como aves”, iniciaron los cursos de formación hace 10 años, según cuenta Salinas. Así obtuvieron sus licencias como guías nacionales especializados.
Ahora San Pedro es considerado como un “campo de escuela” para la práctica del deporte, por sus condiciones favorables para el vuelo durante todo el año. Allí se alcanzan alturas de hasta 250 metros sobre el nivel del mar . Las corrientes de vientos son suaves, en una sola dirección y densidad lo que facilita planear en el lugar.
Las mejores condiciones suelen registrarse entre las 11:00 y 16:00, cuando el anemómetro marca vientos mínimos de 18 kilómetros por hora y máximos de 38 km/h.
Un viaje de 8 mil kilómetros
Felipe Carrillo, parapentista colombiano, grita como un niño en las alturas sobre el cerro del barrio 23 de abril, extasiado con las condiciones de vuelo de San Pedro. Vuela con otras tres pilotos especializadas, sus compañeras en un viaje de más de 8 mil kilómetros entre Bogotá y Río de Janeiro.
Los pilotos colombianos -y una francesa- van y vienen de norte a sur de la colina, a diferentes alturas. Carrillo esperaba volar 15 minutos y pasó 40 minutos en el aire.
“En San Pedro el viento es laminar, con corrientes fluidas, ordenadas y suaves. Es el mejor lugar en el que he volado en todo el Ecuador”. Felipe Carillo, parapentista colombiano
“Venimos volando desde Esmeraldas, Puerto López, Crucita y lo mejor que hemos visto es San Pedro, es una delicia”, dice el piloto. Lo atribuye al vuelo dinámico, con corrientes de viento fluido, ordenado y suave (laminar).
“En la Sierra el vuelo es térmico, con vientos más fuertes y movimientos bruscos, es más difícil para el piloto ofrecer una buena sensación. Aquí mueves el parapente con el cuerpo”, indicó Carrillo. Sobre el maratónico viaje por carretera dice que esperan ir conociendo lugares de siete países, volando y trabajando con vuelos comerciales. El itinerario comenzó a inicios de marzo en Pie de Chinche, Valle del Cauca (Colombia). “Pero no sabemos cuando terminará”.
*Vuelos. El paseo por las alturas tiene una duración promedio de 15 minutos a un costo de USD 35 por persona. El valor incluye 60 fotos del vuelo captadas por una cámara Go Pro.
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